por ALFREDO AZCARATE VARELA
THE BAJA POST/EDITOR
No es amarillismo, simplemente no se puede cerrar los ojos ante los hechos, tratando de buscar refugio en la justificación y asignar la culpa al pasado, es necesario que en Presidencia entiendan que cuestionar y preguntar, incluso criticar, no significa estar con los enemigos del sistema, o del Presidente, pero parece que no se entiende eso, hay una actitud reaccionaria y radical, de defenderse de lo que consideran ataques de “la derecha”.
No es amarillismo, la realidad es que hubo ataques en cuatro estados del país, se quemaron camiones y autos, en cuatro estados hubo camiones incendiados, en todos se respetó la vida de los civiles excepto en Chihuahua, esa es una realidad que no se puede negar ni se pretende magnificar, es lo que sucedió y que el Presidente López Obrador quiere achacarle al “neoliberalismo” o a “los conservadores” y al afán de una prensa “alarmista” por atacarlo.
Las imágenes están ahí, violencia y fuego, en Chihuahua sí hubo muertos, pero al Gobierno Federal que encabeza López Obrador parece importarle más “salvar rostro” culpando al pasado, que tomar cartas en el asunto, no se trata de “combatir violencia con más violencia” sino usar la fuerza del Estado para defender a la gente, pero el crisol presidencial refleja todo en un tono político y de justificación.
Hay evidencias de que Baja California vivió un viernes violento, con quema de vehículos, pero sin víctimas de muerte, el Gobierno Estatal y los Municipios afectados tardaron mucho en informar, la alcaldesa de Tijuana salió a las 8 de la noche y dio declaraciones incendiarias, pidiendo al crimen organizado que “cobren sus facturas a quien se las debe”, la alcaldesa de Mexicali salió a declarar a las 11 PM y la Gobernadora Marina del Pilar a la 1:30 de la madrugada.
Como medio de comunicación THE BAJA POST no quiere ser sensacionalista ni “amarillista” y esa es la misma intención de la mayoría de los medios, sin embargo, parece ser que al Gobierno le interesa más “salvar rostro” que admitir una realidad que contradice su discurso, queriendo culpar de todo a “los tiempos del neoliberalismo”.
