ALFREDO AZCARATE VARELA
THE BAJA POST/EDITOR
Dejar que la pluma describa mi corazón, sin dejar que la entraña desvíe la historia y céntrame en vencer el reto de esa página en blanco y las ideas, que son muchas, se amontonan en palabras tratando de narrar, el tiempo ya no importa, pero todo concuerda, así fue, para mí, leer a Cortázar, me perdió en su sueño narrativo y errante.
En la obra de Julio Cortázar, la literatura rompe los cartabones de lo rutinario, la linealidad temporal o la lógica elemental se pierden en una narrativa imaginariamente dinámica, abrevando del surrealismo y poniendo las bases del realismo mágico sin poder ser ubicado en ninguno de ellos, él es aparte.
Leer a Cortázar es como trazar una línea arbitraria que nos permita mover el tiempo y la historia se cuenta en pasado y futuro, yendo y viniendo, pero al final damos la vuelta y así es leer Rayuela, de Cortázar, por mencionar lo más conocido.
Julio Cortázar dejó un legado literario universal, al igual que Borges, siempre existió una admiración mutua, de Rayuela al EL Aleph, hay dos obras que desenlazan las palabras en una narrativa que trasciende magistralmente la barrera del idioma, Julio es un hito histórico en la literatura que cada vez adquiere más relevancia.
Sin embargo, en algún momento de su vida Cortázar afirmó haber leído más literatura francesa que española, sin embargo, su lenguaje trascendió lo hispano o galo de su espíritu, qué a final de cuentas, es lo que el escritor plasmó en sus letras en todo momento y eso es el espíritu que trasciende el idioma.